Camina con los puños cerrados, ella no le tiene miedo a la muerte. Se preocupara por los demás pero ella... ella puede vivir con su miseria. Le da monedas a los que piden y, si es necesario, ayuda al ciego anciano a cruzar la calle a pesar de perder la clase de guion que tanto le gusta. 
Toma notas aunque no entiende la mayoría de las cosas de la clase del miércoles porque su cabeza solo se concentra en lo que le hace tan miserable. 


Sus amigos creen o, mejor dicho, les hace creer que todo está bien y que ella esta mejor. Que ella ya no se lastima tanto. Que ya no tiene porque cortarse para sentirse mejor pero ella no se cree así misma ¿los demás? Los demás parecen que la ignoran o simplemente están ahí para ella y punto. 
Ella prefiere guardarlo todo en su cuaderno en miniatura o simplemente en su pecho como un nudo en la garganta todo el tiempo para que los demás no se sientan mal. Cree que ellos no deberían estar teniendo ese tipo de carga. 


Y ve a sus amigos de la facultad. 
Es gracioso, lauti, uno de esos amigos que uno se encuentra en los peores momentos, acostado sobre el hombro de shamsi, una chica carismática, bastante atractiva que fue su amiga de la infancia cuando ellas eran muy pequeñas y ahora la vida las volvió a juntar, mientras que fefi se mira sus uñas, parece agotada (es de burzaco. Dos horas por día para venir a cursar) no tiene porque preocuparse por ella porque, fer, tiene sus propios problemas. Ella también se corta. Y por ultimo, en la punta, Sandy, quien parece una "buena" persona, parece tímida, pero cuando te conoce no tiene ni una gota de timidez. 


Y a veces lo suele hacer. Mira los rostros de sus compañeros. A los desconocidos que se sientan atrás, algunos parecen perdidos y otros parece interesarle la clase de las 10 de la mañana, la de realización. 
Pero no a ella. Ella prefiere recordar esos momentos y guardarlos. Esos que uno nunca se olvida ¿Viste? 


Jura que pensar en las cosas buenas que vivió con él no le hace mal porque las piensa y sonríe. 
Sonríe como si nada pasara. 
Lo extraña tanto... pero ni bien se encuentra sola, en la oscuridad de la noche, la melancolía la deja atónita, agarra lo primero que puede filoso y arranca la piel. Arranca tanto que ensucia las sabanas pero siempre tiene una buena excusa o limpia las sabanas hasta que queden sin una gota roja de ese espeso líquido capaz de vaciarse en solo minutos de su cuerpo.
Sabe que controla su vida y su muerte. Lo sabe. Lo sabe tanto que juega con fuego. 


Sigue caminando con los puños cerrados. Alguien le chita. Parece que es alguien conocido pero no. Es uno de esos que atacan y te roban ese centavo que le ibas a regalar a la pobre vieja que pide compasión en 12 y 59 al lado de la boutique


Y espera. Espera a que la necesite de nuevo. No quiere olvidar su perfume. No quiere. Quiere abrazarlo. Quiere ser fuerte por ella misma. Por él. Quiere que esto no hubiera tenido un fin porque él era su gran amor. Eran de esas parejas que se complementaban. 


En realidad está decidida en que algún día lo va a recuperar pero a veces algunas señales son claras y se desahoga llorando, cortando, sufriendo... 


Ella prefiere la muerte. Muerte. Es el fin. No quiere decir adiós pero le encantaría vivir en otro lugar donde él volviera abrazarla, hacerle esa chocolatada de unas 5 cucharadas de chocolate y otras 10 de azúcar, darle de esos besos que eran tan hermosos que sabían tanto a "te amo", cocinarle, hacerle el amor... Quiere que todo sea tan hermoso como antes. 


Quiere eso o no quiere nada más. Porque era lo único que la llenaba. Era su felicidad en la tierra ¿Y ahora? Su felicidad se fue y no le queda otra que desafiar a la vida llamando a la muerte cada noche.