En un instante vuelve a ser prisionero de los recuerdos...
Ella siempre le echaba un poco más de sal a todo...
Mi preciosa cabezota... 
No, no se entiende. No se puede entender. 
¿Qué paso?¿Cómo es que ya no está? ¿Cómo puede estar con otro? 
De algo estaba seguro: No podrá amarla como yo la amaba, no podrá adorarla de esa manera, no sabrá apreciar todos sus silencios, tanto como sus palabras, sus dulces movimientos, esos gestos de su rostro. Es como si sólo a él se le hubiera concedido ver, conocer el auténtico sabor de sus besos, el color real de sus ojos. Jamás ningún hombre podrá ver lo que yo he visto. Y él menos que ninguno. Él, real, crudo, inútil, material... Lo imagina así...Incapaz de amarla, deseoso tan sólo de su cuerpo, incapaz de verla de verdad, de entenderla, de respetarla. Él no se divertirá con sus dulces caprichos. Él no amará tampoco sus pequeñas manos, sus uñas mordidas, sus pies, ese pequeño lunar escondido... Tal vez lo verá, sí, pero no será capaz de amarlo.
No de esa manera.